El comentario de hoy, jueves 10 de julio 2025
No han sido pocas las voces en los medios de comunicación que, desde hace años, han advertido del gravísimo riesgo que representan para transeúntes y automovilistas, decenas de viejas casonas que, cada temporada de lluvias, muestran más su paulatino deterioro. ¿Qué hace al respecto el área correspondiente del ayuntamiento capitalino, algo más que el clásico burocratismo?
Y es que tal parece que tanto a la dependencia federal normativa, me refiero al Instituto Nacional de Antropología e Historia –el INAH- como a la estatal y municipal, no les ha quedado claro que, vivir en una ciudad de monumentos históricos no necesariamente implica vivir entre ruinas. O simplemente simular. Dejar las fachadas tal cual y demoler por dentro para construir ambientes que nada tienen de históricos.
Porque por un lado se aplica el reglamento sin misericordia alguna, pero por otro lado hay un total relajamiento. Es el caso, por ejemplo, del enjambre de terrazas en nuestro Centro Histórico que, no sólo pervierten el entorno, sino que, de alguna suerte, se han convertido en un inminente malestar ciudadano. Hay propietarios de inmuebles que los han entregado en comodato o vendido o rentado a extranjeros y empresarios foráneos. Obvio, dichos espacios no están regulados.
Sin embargo, hay muchas cosas más que destacar, de las que las autoridades o fingen demencia o, simplemente, carecen del reglamento para sancionar o trafican influencias. Es el caso de las afectaciones al arbolado urbano. Derribar un árbol antes era motivo de sanción administrativa. Eran cuadrillas del gobierno municipal las encargadas de hacerlo cuando se probaba que la especie estaba llena de plagas, secas o, se había convertido en un peligro ciudadano.
Como ejemplo, sólo un caso: Hace poco más de un mes fue derribada en una privada de la Calzada Porfirio Díaz, una jacaranda. Como caminador cotidiano por la zona, pudimos detectar una especie sana, robusta y con una antigüedad de al menos 30 o 40 años. Pero, con una salvedad: era un obstáculo para empleados de unas oficinas que están enfrente y que, a las horas laborales, insisten en estacionarse ahí. El asunto no termina ahí.
Para dejar constancia del este acto deleznable, dejaron ramas y demás desechos en la banqueta, cerca de un mes, no obstante, la denuncia hecha en redes sociales. Cualquier transeúnte, vecino, pasajero del autobús urbano, médico o enfermera del Hospital Civil o ciudadano común podía constatar la abulia del gobierno municipal al respecto. Que no nos vengan con sus tequios y siembra de arbolitos, cuando son omisos para atender casos, documentados, de ecocidio. (JPA)